miércoles, 24 de junio de 2009

Yo lo vi, los vi.

Los vi. Si, yo los vi, no se escondan porque aunque no quieran yo los vi. No me pienso esconder, nunca jamás y menos ahora. Me siento impune, tengo bronca, odio.

El lunes mismo fui a declarar, no soporte ver los ojos mojados de esa madre desesperada buscando desoladamente a su nene, sabiendo que no lo iba a encontrar. Siento una furia en lo mas profundo del alma, no puedo borrar de mi mente la mirada de Ezequiel antes de caer al agua. Sus ojos me vieron, pestañearon y luego de un ‘Dale pibe, nadá’ cayeron como una aguja en un pajar…perdidos sin llegar a un fin concreto.

Ahí estaba yo, frío, mirando aun el charco sin salida. Era sucio, pero mas sucios fueron ellos cuando los empujaron. El riachuelo se puede limpiar con paciencia y esfuerzo, pero una persona que hace eso, que le quita la vida a alguien, tiene mugre en sus poros, de la que no se podrá librar aunque quiera.

Temblaba, pero fui y declare lo que vi. El policía me miraba con cara de perro, el juez me miraba con la misma cara, me decían ‘testigo clave’… ¿testigo clave o persona que va a tener grabada una mirada en su retina por el resto de la vida? Tenia miedo…La policía federal estaba metida en esto… ¿qué me iban a hacer? Esa pregunta rebotaba en mi cabeza, eso y la mirada de Ezequiel, como si fuera una competencia para ver si iba a declarar o no… ¿cómo podía ganarle el miedo a la furia por un acto tan impune? Y no, no pudo. No pudo la cara del juez, ni la del policía, ni la de nadie. Nadie va a poder sacar de mi mente a los ojos de Ezequiel. Dicen que los ojos son las puertas al alma…Y así lo sentí yo…Él me vio y yo lo vi, me pidió ayuda sin hablar, pero me acobarde y lo deje caer. Me siento un idiota.

No se cuantos años tenia Ezequiel, ni los otros chicos, pero se que era solo un nene y tenia muchos años por vivir. Quiero saber lo menos posible de ellos, ya que si no, no se como voy a poder seguir viviendo, teniendo en mi cabeza la culpa de haber estado ahí viendo esa masacre, escondido y sin hacer nada. Igual me sentí el día de la audiencia...Solo y con miedo. Intente hablar, juro que lo intente. Tenía a esas dos vocecitas en mi cabeza, pero estaba decidido a hablar. Cuando abrí mi boca frente a los ojos del fiscal, pero ya no en mi imaginación solo agua salia de ella, agua de riachuelo.

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